En uno de los peajes, acostumbrado a pagar 6 soles, me sorprendió que me cobraran
15,50. Consulté si habían subido el valor y me dijo que no, que me correspondía pagar eso
porque mi placa patente empezaba con W y esa letra correspondía a camiones. Fue inútil que le explicara que esos eran códigos aplicables a las placas locales y que
la mía era de Argentina. Pedí hablar con su jefe, quien ratificó el concepto y me dijo que debía cumplir con las
leyes de Perú. Así lo hice. Pagué. Si no fuera yo un hombre de buenas costumbres, reñido con los términos soeces, podría
permitirme pensar que este caballero era un boludo de mierda, pero no lo haré. La próxima vez, haré la travesía en un semiremolque de 3 ejes, pero cuya patente
empiece con A. En Trujillo, busqué la comisaría.
Un edificio muy particular, al que llaman el Ovni.
El OVNI, cuartel de policía
Allí, un capitán de nombre Germán Oviedo, me permitió estacionar dentro del cuartel, pues me dijo que fuera tendría algunos riesgos.
Capitán Germán Oviedo
Un rato después, encontré la rueda reparada nuevamente desinflada.
Realmente... ¡que fea sensación!
Busqué el Touring y Automóvil Club del Perú. Grande fue mi alegría cuando supe que estaba a sólo 2 cuadras. Allí fui. Desagradable sorpresa. Brindan muchos servicios, entre los que NO se encuentran las
pinchaduras de ruedas. Tuvieron que pedir permiso a Lima y, desde allí, ordenaron el traslado de una grúa para
que sólo me inflara la rueda y después ¡arreglátelas! Partí a buscar una llantería. La que encontré no era una pinturita, ni estaba en el barrio
más seguro. Pero era lo que había. “Son lentejas... si quieres, las comes... y si no, las
dejas”, decía mi abuela.
Llantería "Dios Bendiga al Clavo"
Clementina, renga
La cubierta tuvo que ser vulcanizada, pues tenía una rajadura al costado. En Nuevo
Chimbote me habían dicho quie era la válvula ¡las tumbas etruscas, la válvula! Volví al Ovni y salí a reconocer la zona y a comunicarme con Telmo Lu, alguien a
quienes me habían referido mis amigos de Chimbote. Telmo estaba trabajando, por lo que me fui a cenar en un restaurante céntrico.
Sabado 23
En el camino de venida a Trujillo, en un momento dado, Clementina me dijo: “Me parece que tengo fiebre... estoy un poco acalorada...”. En principio, pensé que eran mañas, pero, cuando miré el marcador de temperatura, vi
que estaba algo más elevada que lo habitual. “Bueno, -le respondí- no parece importante... cuando lleguemos, te reviso bien”. “Está bien... pero no te olvides...”, dijo, con resignación. La verdad es que con lo de la rueda pinchada, me olvidé de la fiebre de Clementina. Pero ella, tan pronto me levanté, me lo recordó... “No te olvides de chequearme... acordate que ayer tuve fiebre...” Me puse a buscar las causas y vi que uno de los electroventiladores (tiene 2), no
funcionaba. Una mejor revisión, me indicó que era el relay. Lo saqué, pero uno de los contactos quedó como soldado. Necesitaba una pinza “punta de alfiler”, que no tenía. Le pedí ayuda al comandante y me derivó al Jefe de Mantenimiento de Vehículos. El Jefe vino, me ayudó. En su auto fuimos a comprar un relay nuevo. Lo cambiamos y
todo en orden. Luego, me reuní con Telmo Lu. Compartimos un agradable café y me dio algunos contactos en Chiclayo, mi nuevo destino.