IQUIQUE
 
Cometí el error de partir de Tocopilla muy tarde, pero le temía al calor.
Ahí aprendí que, cuando uno no conoce los caminos, se le debe temer más a la oscuridad que al calor.
Llegué a Iquique como a las 11 de la noche. Una hora de m... edianoche, casi.
La última hora de viaje y, en especial, la entrada a Iquique, fueron un parto.
Por las indicaciones de algunos vecinos que consulté, no convenía buscar a los carabineros. En cambio, me aseguraron, la parte Sur de la ciudad es totalmente segura.
Busqué un buen lugar frente al mar y me “ensobré”.
 
Sábado, 26 de diciembre, 2009
 
Me desperté temprano. Me bañé con gran habilidad. El mes que llevo en esta cosa estrechísima, me ha dotado de una gran flexibilidad de cintura. Cuando me muevo acá adentro, parezco Nicolino Locche en su pelea con el español Barrera Corpas..
Partí para la ZOFRI (Zona Franca de Iquique).




La ZOFRI un sábado a la mañana - Sector Mayorista Reservado
 

ZOFRI - Negocio del hermano de mi amigo Marco - Si van, cómprenle

Las fotos corresponden al sector mayorista, donde se entra cumpliendo varias medidas de seguridad. Es casi una miniciudad con calles internas, etc.
Da la impresión de estar en Hong Long. Todas las empresas vendiendo productos orientales. Su-su-ki, To-yo-ta, Ya-ma-ha, Ai-wa... Pe-lo-tas... 
El sector mayorista está, en general, cerrado los sábados; pero hay un mall, de venta minorista, con 1.650 locales, que sí abre sábados y domingos.
Está supuesto que allí la mercadería no ha pagado derechos de ingreso y, además, no pagan IVA. Debe, entonces, ser más barata.
¿Más barata? Las tumbas etruscas, más barata.
Solo compré un pequeño televisorcito LCD, para Clementina y un grabador digital para mí.
También, 3 camisas de buena calidad y confección. Me parecieron muy convenientes. Presentadas en elegantes bolsas escritas en correcto ingles. Pensé que podían ser italianas o estadounidenses.
Sin embargo, no encontré por ningún lado el lugar de origen. Sospecho que, en una hábil maniobra de contrabando al revés, deben ser hechas en Chile, y las meten a la ZOFRI, para venderlas como importadas. Pero, bueno, son de buena calidad.
En la tarde, fui a la playa y me relajé.



En este mall, ocurrió algo simpático
Estaba en la zona de comer tomando una gaseosa, cuando veo, por el pasillo, caminando muy erguido, entre todas las personas, a un émulo de Juan Sebastián Gaviota.
Sin temor alguno, se desplazaba desafiante, hacia donde yo estaba.
No pude abstraerme de tomarle una foto. Casi diría que posó.
Vean.




 
Al anochecer, me puse a trabajar en la Clementina, con la ventana abierta.
En un momento dado, vi una sombra a mi lado.
Era un tipo metiendo la cabeza por la ventana. A éste sí, le correspondía la portación de rostro.
Puse voz de hombre y le dije: “¿Qué pasó?”
“Compadre, está mal estacionado... y yo controlo aquí”.
Bastó que hablara para que la Clementina se llenara de un fétido olor a alcohol agrio. Evidentemente, el caballero había bebido, diríase que en exceso.
Tomado de la mesa, para disimular que todavía estaba temblando por el susto que me había pegado, junté valor y le dije: “Tomátelas. Estoy bien estacionado y si seguís jodiendo, llamo a los pacos”.
Surtió efecto. Se fue mascullando algo entre dientes, de lo que sólo entendí una referencia a una parte del cuerpo de mamá.
Mientras me hacía masajes en la garganta, con un conocido fin que no voy a describir, me quedé pensando que, en cuanto me durmiera, este tipo haría alguna picardía.
Pero la suerte estaba de mi lado.
Al rato, apareció un petisito que se puso a discutir con el curda que, estaba en curda, pero medía no menos de 1.85. La discusión era porque el petisito decía que esa era su zona y que él debía ayudar a estacionar.
El curda utilizó un argumento irrebatible. Le pegó un empujón que hizo que el petisito trastabillara cuatro o cinco metros.
El petisito se fue y el curda siguió ahí, en el medio de la calle.
Al rato, apareció el petisito acompañado por otro petisito. Y cualquiera sabe que un petisito mas otro petisito equivalen a un gigante.
La pateadura que le pegaron al grandote fue épica.
Le dieron para todo lo que quedaba del 2009 y para el primer semestre del 2010.
Solo pararon cuando entendieron que no podían generar un hematoma, sin que el mismo cayera sobre otro, previamente producido.
Y allí quedó el negro... tirado a un costado de la calle, durante más de media hora. Se levantó, como pudo, y se fue.
En ese momento recordé su referencia a esa parte del cuerpo de mamá y pensé: “Vieja, descansa en paz, estás vengada”.
 
Domingo, 27 de diciembre, 2009
 
Aproveché el domingo para ir a pasear por la ciudad.
Aquí debo hacer un comentario extra.
Yo conocí Iquique hacen 30 años.
Vinimos con el “loco” Descalzi, cuando recién inauguraban la ZOFRI.
Era una ciudad pequeña, con ese agradable atractivo que tienen la ciudades pequeñas.
La plaza, plaza de pueblo, poblada de árboles, me había dejado un recuerdo imborrable.
En el centro, tenía unos árboles altos, donde se posaban unos pájaros que, creo, les llaman patos “yeque”.
En lo alto de los árboles habían unos tarros y una larga soga que llegaba hasta el piso.
Evidentemente, los pájaros, en el proceso último de la digestión de sus alimentos, ensuciaban los hombros, las peladas de los hombres o el busto prominente de alguna señora.
Para evitarlo, todo el que pasaba por allí, le daba un tirón a la soga y el ruido de las latas espantaba a los pájaros.
Pero, no algunos. Todos los que pasaban. El señor de traje y portafolios. La señorita que caminaba con su novio. La señora que salió de compras. Todos.
Debo haber estado una hora mirando ese fenómeno. Y me quedó grabado.
Otra cosa que recuerdo es la calle Baquedano.
Era una calle muy particular. Todas sus casas, de madera, eran de una construcción colonial antiquísima.
Eran casas construidas con pino oregón. Esta madera la importaban de Estados Unidos (de allí su nombre). Todas las casas eran del mismo estilo y, algunas, tenían hasta 3 plantas de altura.
Alguien me explicó que databan de antes de la guerra del Pacífico y que los chilenos que las habitaban, algunos en 2da. O 3ra. Generación, no podían escriturarlas, porque aún estaban a nombre de sus ex propietarios peruanos.
Esa calle también la recordaba bien.
La tercera circunstancia que me había quedado grabada era el lugar donde nos alojamos.
Se llamaba “Hostería Cavancha”. Era un lugar muy acogedor que tenía hasta playa propia.
Las habitaciones tenían unas terracitas que daban al mar. Desayunar allí, con el agua, casi, salpicándome la cara, fue una experiencia inolvidable.
Cuando faltaba un día para emprender el regreso, el gerente se acercó a hablarnos: “Les ruego que nos disculpen, pero van a tener que trasladarse a otro lugar. Estamos evacuando el lugar”.
Cuando preguntamos la razón, nos explicó: “Es que, en 2 días, viene el general Pinochet a alojarse acá y ya ha llegado la avanzada de seguridad”.
Para hacer corto el relato. Hablamos con el jefe de seguridad. Le explicamos que éramos turistas, que nos iríamos al día siguiente, uno antes que llegara Pinochet, que autorizábamos que revisaran nuestras habitaciones y nuestro equipaje. La cuestión fue que nos autorizarnos a quedarnos un día más.
Y, lo fuera de lo común, el ultimo día no lo facturaron “porque no podían cobrar dos veces una habitación y el gobierno ya había pagado por toda la Hostería”.
Eso fue hace 30 años. Nunca más volví.
Hasta hoy.
¿Y que hace un viejo en estas circunstancias? Así es... como los asesinos... vuelve siempre a la escena del crimen...

Plaza de Iquique - Linda - Moderna - Cemento puro

Aquella placita de pueblo, hoy es una moderna plaza, con estacionamiento subterráneo y todo. Pero sin árboles, sin pájaros, sin tarros y sin soga.

Calle Baquedano, hoy. Bonita, turística... muy turística

La calle Baquedano es un paseo peatonal para turistas. Llena de pubs y prolijamente embaldosada. Afortunadamente, aún conserva los rieles originales de los tranvías a caballo.




Rieles verdaderos, tranvías de réplica. Abiertos y uno, con terraza.

Obviamente, lograron solucionar el problema de las escrituras, porque aún conservan unas pocas casas en su estado original, pero está llena de modernos edificios de bancos, oficinas, empresas de salud y compañías de seguros.




 

Algo se conservó... el Club Español -abajo-, no ha cambiado 

¿Y que fue de la Hostería Cavancha?
Aún existe, modernizada... pero sus tranquilas playitas, se han transformado en la Playa Cavancha, con un inmenso Casino y miles de autos y turistas alrededor.
¿Si sentí desilusión? Para nada. Era de esperar. Sorpresa, sí.
Iquique es una ciudad hermosa. Limpia. Ordenada. Tiene 300.000 habitantes (los mismos que mi querido Guaymallén). Creciente. Pujante.
¿Y entonces?
¡Que se yo!
Es como haber conocido a una nenita de 2 o 3 años, que nos fascinaba con sus expresiones, sus juegos, sus actitudes y, treinta años más tarde, encontrarnos con una bellísima mujer adulta, llena de virtudes y cualidades, pero con su propia personalidad y, seguramente, algún defectillo.
Iquique es, sí, una mujer bella... pero nada queda de la inocencia y el encanto de aquella niñita que conocí.
 
Lunes, 28 de diciciembre, 2009
 
Anoche, habida cuenta del pugilato del sábado, decidí buscar otro lugar para quedarme.
De manera que fui hacia un barrio residencial del sur. Busque una calle poco transitada y allí me quedé. Eso sí, con vista al mar.
Dormí muy bien y me levanté temprano. Me bañé y me tiré un ratito más, antes de desayunar.
Ese momento de reposo y meditación se vio interrumpido por un fuerte ruído y una gran conmoción de la Clementina.
¡Un tsunami! –pensé.
No. ¡Un salame! Don Felipe Castillo, 23 años, con dolor de muelas.
Sacó el auto de su garage, giró haciendo marcha atrás y se la puso a Clementina.



Alguien puede creer que, desde el segundo portón, el de la casa blanca, alguien sacando su auto, pudiera golpear a Clementina. Pues, sí.

“Disculpe, caballero, no me di cuenta... tengo turno en el dentista... estoy con dolor de muelas...”, mientras me miraba con cara de espanto.
No sé si el espanto era por el accidente o por verme parado, en calzoncillos y descalzo, en el medio de la calle.
Tomé nota de los datos del vehículo. Me dijo que vivía allí con su madre. Quedamos en que iría a ver a un chapista y le diría cuanto era la reparación.
Me vestí, revisé a Clementina. Realmente había sido un abollón poco importante.
Hablé con su madre, quien me aseguró que se haría cargo de la reparación.
Buscar un taller. Pedir un presupuesto. Volver a la casa. En total, me perdí la mañana y terminé el trámite a las 3 de la tarde.
Esa mañana debería haber ubicado a Rómulo Conteras, Consejero Regional, para pactar una entrevista.
Volví al chapista. Me dijo que demoraría un día. Que había que sacar el paragolpes, desabollarlo y hacer preparar la pintura para terminarlo.
Como era insignificante lo dejé para hacerlo en Arica.
No pude encontrarlo a Don Rómulo.
De manera, que me estacioné en un lugar tranquilo y me puse a trabajar.
Casi, casi, un día perdido.
 
Martes, 29 de diciembre, 2009
 
En la mañana, me comuniqué con don Rómulo. Había sido recomendado a él por César Pérez Peña, el amigo que me abrió las puertas de Valparaíso.
Me recibió a las 11. Un hombre de 70 años, que aparenta 50. Dinámico, vital, de rápidas resoluciones.


Rómulo Contreras

En un rato, me había conseguido una audiencia con la Intendente de la Región de Taracapá. Los Intendentes son una suerte de gobernadores de provincia y responden al gobierno nacional, mientras que los alcaldes solo atienden los asuntos de las comunas.
Al mediodía, don Rómulo de por medio, tenía una nota pactada con La Estrella de Iquique.
Terminada la entrevista, a la salida, conocí a Mario Vargas.



Un muy agradable joven de 25 años, empleado de la Institución que controla los impuestos en Chile. Yo estoy al día con mis impuestos en Chile, pero es útil tener un amigo por allí... por si las moscas...
 
A las 4 la entrevista con la Dra. Carolina Fernández Alvear, Intendente subrogante. En realidad, es la Ministro de Justicia, a cargo de la intendencia.

Intendenta Carolina Fernández Alvear

Saben por qué el intendente no está. Fue a Santiago a hacerse tratar, porque hace unos días, lo robaron y le dieron una paliza razonable y adecuada.
Cuando terminé la entrevista, ya no podía partir para Arica. Son 350 km y llegaría de noche.
Mañana, será otro día.
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