MOQUEGUA - AREQUIPA
Sábado, 2 de enero, 2010
 
Lo que sospechaba. El hotel es muy bonito y confortable, pero el servicio no es bueno.
De hecho, pedí que me despertaran a las 8 y desperté a las 8 y media, sin que nadie me hubiera llamado.
Levanté el teléfono y reclamé.
“Caballero, usted pidió que le despertaran a las 8...”
“Correcto, ¿por qué no lo han hecho?” – pregunté, con enojo.
“Porque son las 7 y media... en media hora le llamamos” - respondió, con cierta confusión.
“Está bien, muchas gracias” – y corté rápidamente. Acababa de darme cuenta que no había ajustado mi reloj y hacía 3 días que estaba viviendo 2 horas adelantado.
El comedor estaba vacío. El desayuno, paupérrimo. Sólo vi dos huéspedes más, en todo el tiempo.
Mi cuarto tenía un muy agradable balcón que daba al estadio de Moquegua.



EL ESTADIO DESDE LA VENTANA DE MI CUARTO

Obviamente, cuando hagan el Mundial en Perú, es menester alquilar ese cuarto para ver los partidos desde allí, con absoluto confort.
Aproveché el WiFi para trabajar, tranquilo, en la habitación. Hablé media mañana con Mariana. Verla en Skype me causó gran emoción. Es la única de mis hijos a la que le he visto su carita en los últimos 30 días.
Como a las 2 de la tarde pude proa a Arequipa.
El camino fue una verdadera tortura. Subidas, bajadas, curvas, subidas, curvas, bajada, curvas... Que tiemble Moyano... después de esta odisea con los 3.000 kgs de Clementina a cuestas y con poquísimo freno, me voy a postular a Secretario General de Camioneros (en realidad, quien debe temblar es doña CFK y no el gordito moreno).
El tema es que las subidas se hacen a paso de hombre y las bajadas, por las curvas, no me permitían superar los 60 o 70 km/h. Total... un promedio bajísimo.
Llegue a Arequipa, como no podía ser de otra manera, cuando ya era de noche.
Nunca, entiendan bien, nunca se debe llegar a una ciudad desconocida de noche.
Me costó mucho encontrar una zona segura.
Al final, preguntando y preguntando, logré llegar al centro, donde, por calles muy estrechas deambula TODO el parque automotor de Latinoamérica.
Al menos esa era la sensación que tenía.
9 de cada 10 autos, eran Tico Daewo, taxis... Ticos... desde la altura de Clementina, me sentía como el flautista de Hamelin, rodeado de ratas.
¿Dije 9 de cada 10?... ¿Se acuerdan de la propaganda de Palmolive... “9 de cada 10 estrellas de cine, usan Palmolive”... ¡uy!... ¡que viejo soy!
Terminé, como es costumbre, en la Comisaría Palacio Viejo, donde el Brigadier Alfonso Choque Sosa, me permitió estacionar en la puerta.
Compré el diario... ¿para qué? Acababa de llegar a Arequipa y miren los tirulares:


Y la Clementina, que chupa más que el Burrito Ortega

Fui a cenar a un boliche de la vuelta. Habían varios. Todos iguales. Comí un plato que se llama combinado: carne en trocitos, cebolla, arroz, huevos revueltos, verduras diversas. Era el más caro, y aun así, baratísimo: 6 dólares. Claro que el lugar no era el Hyatt.
Puse proa a la Clementina.
Pocas cosas tan lindas como contravenir la ley con permiso de la autoridad.
¡Estaba autorizado!

 
Me di un baño (no saben lo lindo que es bañarse en Arequipa y ver, por la ventanilla, pasar a la gente por la vereda a escasos centímetros) y me fui a apolillar.
Obviamente, en el centro y con esa cantidad de taxis, durante toda la noche tuve al Correcaminos, haciéndome “bi...bip, bi...bip” en las orejitas.
 
Domingo, 3 de enero, 2010

Clementina, junto a la PNP

Muy temprano (no olvidemos que estoy 2 horas adelantado) me levanté y desayuné.
Activé las alarmas y cerré la Cleme con 7 llaves.
Busqué la Plaza de Armas, que estaba a un par de cuadras.
La plaza es verdaderamente impresionante, no sólo por lo linda, sino que está rodeada en tres de sus lados, por inmensas galerías de dos pisos, y, el cuarto de los costados corresponde a una catedral que es verdaderamente bella.




Recorrí la iglesia y una suerte de calles interiores que hay, por fuera del templo.

Calle interna de la catedral

Es como caminar por la historia. Conmueve.
La soledad nunca es buena compañera, pero hay 2 momentos donde se intensifica: cuando uno piensa en los hijos, la familia y los amigos y cuando uno vive momentos que le gustaría compartir con una cara con nombre. ¡Ese es el problema!... la cantidad inconmensurable de caras sin nombre.
Dos cosas fuera de lo común: en uno de los patios había un elegante tacho de agua, con un grifo, que decía “Agua bendita. No llevar más de medio litro”.



 
Durante un momento pensé en llevarme el medio litro y ponérselo a la Clementina, para probar, ¿viste?... En una de esas, no embroma más.
Después, supuse que Dios no se mete en los temas mecánicos y abandoné la idea.
 
La otra cosa que me llamó la atención, fue que en una de los laterales del edificio de la catedral, habían varios locales con agencias de turismo, obviamente alquilados a la curia.

 En ese mismo momento se me pasó por la mente la imagen de San Nicolás, en Mendoza.
 
Luego, pasó lo más lindo.
A costado de la plaza, armaron un toldo y distribuyeron sillas.
Paralelamente, empezaron a llegar uniformados. Policías, marinos, aeronáuticos y de ejército.
Una revolución no era, porque tiros no se escuchaban. Entonces, me dije, es un desfile.
Un desfile que me fascinó. Breve, muy breve. No más de 30 efectivos de cada fuerza. Todos a paso lanzado, paso de ganso.












La gente empezó a aparecer y en pocos minutos había unas 500 personas. No menos.
Me acerqué a un oficial y le pregunté de qué se trataba.
Mi miró con cara de ¿sos tonto, vos?
“Es el izamiento de la bandera. Todos los domingos se hace esta ceremonia”.
“¿Cómo TODOS los domingos?” – pregunté, medio incrédulo.
“TODOS los domingos a las 9 de la mañana. 52 veces al año, señor”, me dijo, con cierto aire de desprecio.
Con un muy buen equipo de sonido, se daban instrucciones a los asistentes:
“Vamos a vivir una ceremonia muy importante. En minutos izaremos nuestra querida bandera y cantaremos nuestro himno. Recomiendo al público participar de este acto cívico con seriedad y sentido patriótico. Las personas que lleven prenda de cabeza deberán descubrirse, llevar la mano empalmada al corazón y evitar desplazamientos innecesarios. A los señores padres de familia que se encuentren acompañados de sus hijos, deberán enseñarles que es una actitud obligada de todo buen ciudadano el respeto a nuestros símbolos patrios...” (aclaro: no es que me acuerde de toda la perorata, sino que la tengo grabada).
Lo primero fue la recepción de las autoridades civiles. Luego, éstas pasaron revista a las tropas y ocuparon los lugares, sentados bajo el toldo.
Se izó la bandera nacional, luego la bandera de Arequipa, se dispararon salvas, se cantó el himno nacional y luego el de Arequipa.

Y pidieron autorización para iniciar el desfile.
Una vez concedido ocurrió algo diferente. Se pusieron de pié todos los funcionarios, encabezados por el alcalde y junto a varias personas más, se dirigieron hacia la esquina, donde estaban formadas las tropas.
Comenzó el desfile, encabezado por los civiles y un gran cartel que decía El Pueblo y seguido por las 4 fuerzas armadas.




La gente aplaudía efusivamente, como si fuera un hecho de excepción y no algo que se repite domingo a domingo.
Todo duró menos de media hora. Pero fue muy emotivo, y eso que yo soy extranjero.
Esta experiencia me hizo meditar.
Los peruanos han tenidos periodos de gobiernos militares tan severos como los nuestros. También aquí ha habido muertos. Muertos civiles y militares. Y muchos. Los últimos con el gobierno de Fujimori. Está preso por eso.
Sin embargo, los gobiernos civiles que tienen desde hace algunas décadas, en lugar de profundizar las diferencias, han rescatado sus instituciones, las han fortalecido y han logrado una convivencia cívico-militar ejemplar, con fuerzas subordinadas al poder político y un pueblo orgulloso de ellas.
No debiera sorprender. Es lo lógico. Otra actitud es retardataria e insana. Genera odios, divisiones y cicatrices que se ahondan cada día y no permiten avanzar hacia objetivos de paz y unión. Frenan o, peor aún, intentan abolir el amor por la Patria, por sus símbolos, por su historia que no es otra cosa que la historia de sus instituciones. Y así nos va a los argentinos.
Perú no es el único. Chile es otro ejemplo a tener en cuenta.
Habrá quienes no coincidan con estos conceptos. Habrá quienes digan ¿Y esto, que tiene que ver con la travesía?
Pero es lo que pensé y sentí esta mañana. Y, ahora, tuve necesidad de compartirlo.
A otra cosa.
Al concluir la ceremonia, tuvimos una muy interesante charla con el Teniente Alcalde de Arequipa. Es médico. El Dr. Carlos Vizcaya Velazco. Un hombre lúcido, de no más de 55 años, que me pidió que nos reuniéramos, mañana, con la Dra. Elizabeth Toledo, Gerente de Salud de Arequipa.
Veremos.
Los vuelos domésticos son realmente baratos en Perú.
Cuando vi que Arequipa-Lima, costaba 45 dólares, ida y vuelta, me dieron ganas de abandonar la Clementina e irme en avión.
Sólo el combustible de Clementina me costaría 200 dólares. Y solamente para ir.


 
En un momento en que caminaba por una de las galerías, vi venir una policía de custodia, bellísima. Inmediatamente, me puse a gritar improperios contra el presidente de Perú y logré mi objetivo. El bombón me detuvo.
Yo quería que me dieran perpetua y que ella fuera mi carcelera. ¡Pero, no! Me dejó libre a los dos minutos y ni siquiera me dio su teléfono.
No entendí bien qué comentario hizo acerca de mi edad, mi panza, mi calvicie y mis arrugas...

 
Fui a visitar el Monasterio de Santa Catalina, que históricamente lo habitaban monjas de clausura. Esto es, monjas que no tenían contacto alguno con la vida exterior y nadie, de afuera, podía entrar a verlas.
En una sola condición se permitía el acceso a los padres o parientes de alguna monja, solo para decirle que la misma había fallecido. Le consagraban su vida entera a la meditación y a la vida monasterial.


 
Desde hace unos 30 años, abrieron el Monasterio (que tiene una superficie de 20.000 ms cuadrados) al turismo, excepto una parte que sigue estando vedada y que, dicen, todavía hay monjas de clausura allí.
Lo prosaico: la entrada cuesta 30 dólares.
 
Después de tanto turismo egoísta (el turismo solo da placer al que lo practica. Es como rascarse la panza. Nada para los demás), volví a la rutina de siempre que concluye, inevitablemente, en la Clemen y al sobre.

Lunes, 4 de enero, 2010
 
Me levanté y, mientras desayunaba, consideré la utilidad de volverme a reunir con el Dr. Vizcarra y la colega de Salud.
Realmente, era poco útil, pues a Vizcarra ya le había dado todo el material informativo y la doctora está en el área de salud, que poco tiene que ver con los objetivos generales de la travesía.

NO QUIERO CONTAR LO QUE FUE SALIR DE AHÍ

De manera que cancelé la entrevista, me vestí de camionero y partí hacia Nasca, alrededor de las 12 del día.
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