Chala, ciudad pequeña, pero encantadora.
Allí fuimos hasta la plaza y nos estacionamos, previo permiso, frente a la Comisaría.
Mientras estaba en eso, se volvió a salir el buje de goma de la palanca de cambios (¿se acuerdan que ya me pasó en Arica?).
Cerré con 7 llaves y me fui a caminar por la playa.
Chala es un pueblito muy tranquilo y acogedor. Compré víveres y volví a la Cleme.
Decidí cambiarle el buje a la mañana siguiente. Digo cambiarle, no porque ese buje pueda conseguirse en Perú, sino porque de casualidad traje uno de Argentina.
Vi un rato televisión y decidí acostarme.
No fue fácil conciliar el sueño, pero la causa era casi agradable.
La plaza estaba llena de niños que, después de cenar, se reúnen a jugar. Los mas grandecitos, a la pelota y los más pequeñines, con sus autitos, triciclos o lo que sea.
Parecía un jardín de infantes o una escuela a la hora del recreo. Además, estaban solos, no habían adultos. ¡Me encantó!
No se a que hora se habrán ido. Me dormí antes, pensando en lo bien que se vive en Chala.
Martes 5
En la mañana busqué un taller con fosa para ponerle el buje.
Llegué al taller de los hermanos Rafael y Samuel de la Cruz Torres.
Samuel me ayudó con el buje y me puso en marcha el grupo electrógeno (¿Se acuerdan que en Viña del Mar no había arrancado?). Este joven, de 29 años, tenía una gran preocupación por el daño ecológico que generan las mineras.
Tiene mucho conocimiento sobre el tema y lo define con mucha claridad. Quiere emigrar a España. Por supuesto, Clementina, con la argucia del buje, logró que Samuel se metiera a toquetearla, por debajo.
Su hermano Rafael, modificó el punto y reguló la carburación de Clementina. La dejó bastante bien. Quizá un poco baja de revoluciones, pero bien.
Una cosa que me impactó, es que aquí no solo existen las mototaxis, sino también las bicitaxis (un poco más baratas).
Cargan hasta 3 personas y... a pedalear. No quiero contarles lo buenos que serían los conductores, para patear penales. |