ARICA (retrocediendo)
Martes 23 de marzo
 
En la mañana, fui a cambiar el dinero peruano que me quedaba y partí hacia Arica.
La aduana peruana fue rápida, pero la chilena agobiadora y llena de trámites.
Hasta la obligaron a Clementina a pasar por el scanner ese, donde la ven toda desnuda. ¡Le hubieran visto los pómulos sonrojados!
Atravesar la frontera en sentido contrario, también produce sentimientos opuestos.
A la ida era todo euforia. Al regresar, todo pena y depresión.
Clementina seguía macaneando con ese cortecito. La volveré a hacer ver en Arica.
Llevo recorridos 11.380 km. Si no fuera por la subida de Tulcán, estaría dejando Méjico y entrando en Estados Unidos.
Más aún, cuando llegue a Mendoza, la cantidad de kilómetros serán como si hubiera llegado a Toronto y seguro que sentiré mucho más no haber podido seguir.
Llegue a Arica hacia el mediodía.
No sin esfuerzo, logré encontrar el mismo lugar donde estacioné a la ida. Sobre un bulevard, frente al casino.
Fui a comprar un chip para el teléfono secundario y empecé a hacer llamadas de contacto.
Duilio Milanesi Navarro, que me fue referido por Patricio Soto de Tacna, estaba trabajando y volvería tarde.
Después de varios intentos con otros referidos, encontré a Roberto Denegri, un rotario del club Azapa, quien, muy amablemente se comprometió a “visitarme” en la Clementina, a las 8 de la noche.
Aproveché la tarde para comprar víveres y hacer orden interno.
Vino Roberto y fuimos a la calle 21 de Mayo, una muy bonita peatonal, con barcitos muy franceses en la vereda.
Tomamos algo y se nos unió Rolando Cosgrove. Tuvimos una interesante charla y me invitaron a que fuera mañana a dar una charla al R.C.
Nos separamos y me vine a descansar.
 
Miércoles, 24 de marzo
 
Me levanté temprano y me fui al centro a comprar algunas cosas más que me estaban faltando.
Contacté a Miguel Durán, quien me refirió a Patricio Villalobos, en Iquique. Pero Patricio ya no está en Iquique, sino en Antofagasta. Le llamaré cuando pase por allí.
Le llamé a Pascual Alvarez Hinostroza, quien pese a estar en cama, me contactó con su hermano Lucho, quien también me recomendó contactar a Patricio Villalobos.
Luego me llamó Duilio Milanesi, quien me insistió que fuera esa noche al Rotary.
Así quedamos.
Me pasó a buscar a las 9 de la noche y allí partimos.
En el Rotary, volví a encontrarme con Roberto Denegri y “Roly” Cosgrove. Además, conocí a Eduardo Peralta, quien se ocupó de referenciarme a algunos amigos de Iquique.
Tuvimos una cena agradable con una audiencia cercana a los 30 asistentes.
La charla fue, creo, bastante motivante.
“Estiraron” la cena hasta las 12 de la noche y, en ese momento, me rodearon todos y me cantaron el “Feliz Cumpleaños”... momento emotivo...
Seguimos tomando unos tragos y festejando hasta casi las 2 de la mañana.
Duilio me llevó a descansar a la Clementina.
Al llegar, me dijo: “Para tu tranquilidad, quiero que escuches esta conversación”.
Llamó, no sé a quien, y le dijo que mandaran un móvil a custodiar la Clementina durante la noche. Explico que se trataba de un “visitante argentino de importancia” y que “se aseguraran que todo estuviera bien”.
No sé cual es su vínculo o trabajo, pero al ratito llegó un auto de carabineros y se estacionó enfrente de la Clementina.
No se cuanto tiempo estarán o si se quedarán toda la noche. Yo, me voy a dormir.
 
Jueves, 25 de marzo (desde hoy, 67)
 
Hoy es mi cumpleaños.
En la mañana, fui al taller de César Peña, un rotario que había conocido la noche anterior.
Me atendió su hijo Roberto.
Le cambiaron las bujías a la Clementina. Se dieron cuenta que el distribuidor estaba suelto y que esa era la causa que generaba los “cortes” de potencia.
No mejoró al 100%, pero al menos, ya no hacía los cortes.
Partí a las 12:30 y hasta Iquique hay unos 300 kilómetros. Pensaba llegar a las 4 o 5 de la tarde.
La cuesta que debe subirse desde Arica a Iquique es muy marcada.
En algún momento, se plantaron los electroventiladores y, desafortunadamente, no me dí cuenta a tiempo. Clementina calentó y allí comenzó el calvario.
Me detuve. Detecté lo de los electros. Afortunadamente, tenía cable suficiente y los conecté “en directo”, con la llavecita de un velador que tenía por ahí. Eso me permitía accionarlos a voluntad.
Paré en Camarones y consulté en Carabineros. Hay 5 cuestas entre Camarones e Iquique y una de ellas es muy severa. Además los siguientes 100 km, no tienen asistencia de ningún tipo.
No hay alternativas. Clementina está nuevamente fuera de punto. Pese a la activación de los ventiladores, sigue calentando y tengo la sensación que se ha soplado la junta de tapa de cilindros.
Empecé a parar cada 10 o 15 km para mantenerla fría. Pero fue un suplicio.
En un momento dado, le protesté a Clementina por el cumpleaños que me estaba haciendo pasar.
“Tomá en cuenta los años que tengo... no te quejes...”, me contestó, “ya no soy una niña...”
Tuvimos una discusión... Finalmente, le dije que me tenía cansado... que siempre tenía alguna ñaña nueva...
Argumentó repetidamente lo de su edad y terminó diciéndome: “Vos tendrías que haberte dado cuenta... no todo es mi culpa...”
Le dije que había llegado a mi límite y que mi decisión era que no habláramos más.
“Esta bien...”, me contestó, “Si esa es tu decisión... hacé como quieras... pero sos un injusto... vieja y todo, como estoy... te llevé más allá de la Mitad del Mundo y, ahora, te estoy llevando de vuelta a casa...”.
Me quedé callado. No le contesté. Y ya no hablamos más...
Convivimos... pero no nos hablamos...
En un determinado momento, ella trató de iniciar, tímidamente, un diálogo: “¿Vos te crees que no me doy cuenta que me estás llevando a Mendoza para cambiarme por otra?”
No le contesté. Por dos razones: primero, porque alguna razón tiene y, segundo, ¿para qué ponerme a discutir en el medio del desierto?
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