LIMA - ICA (retrocediendo)
Jueves 18 de marzo
 
Temprano, preparé a Clementina. Cargué tanques.
Llegó Coyo de Lima y desayunamos juntos, mientras esperaba a Lita Román, que había quedado de venir con su marido, el Ing. Alberto Carranza López, después de dejar a su hijita en el colegio, para que yo los acercara hasta Lima.
Lita, puntual, llegó a las 8 y, después de despedirme de Coyo, partimos a buscar a su marido y... proa a Lima.
Allí los dejé y, no sin esfuerzo, busqué la salida hacia Ica.
Ica está a unas 5 horas de Lima.
Al pasar Pisco, cuando faltaban unos 70 kilómetros, entendí que los aires iqueños no me son benévolos.
¿Recuerdan la experiencia de los 3 intentos de robo en una hora? Eso fue en Ica.
Bueno, venía pensando en eso, silbando bajito, cuando... ¡Pum!
La rueda trasera derecha se reventó. Se le corrió un punto, como a las medias de las mujeres.
Clementina se volvió loca... cuando logré estabilizarla, la estacioné a un costado.
Como ya hemos dicho, las leyes de Murphy se cumplen inexorablemente.
Podría haberse reventado en otro lugar... ¡pero, no!
Se reventó en una larga recta desértica... muy desértica.
Luzmila, en Huacho, me había comentado que Perú tiene 111 microclimas diferentes.
En realidad, yo conozco 4: 1) desértico, 2) muy desértico, 3) extremadamente desértico y, 4) insoportablemente desértico.
La cubierta se reventó en el microclima 4).
Me bajé. La miré con resignación, mientras Clementina miraba hacia otro lado, como si ella no fuera la responsable.
No le dije nada... ¿para qué?
Saqué el gato... la llave cruz y me dispuse a cambiar la rueda...
¿Cambiar la rueda?... las tumbas etruscas... cambiar la rueda.
Las tuercas no se aflojaban ni a cañonazos...
Miré alrededor y me dí cuenta que era un Robinson Cruzoe mediterráneo.
Afortunadamente, en algunas zonas de Perú, el peaje incluye un servicio de auxilio.
Busqué el último ticket que había pagado y, efectivamente, había un número de auxilio.
Les llamé y prometieron que me mandarían auxilio.
Ya eran como las 5 de la tarde y, a las 6 y media, el Sol empieza a despedirse.
Cuarenta y cinco angustiantes minutos mas tarde, apareció una camioneta de auxilio con tres hombres.
Lo intentaron. Tampoco ellos pudieron con las tuercas.
Llamaron a Isca y a Pisco para que mandaran una grúa... ¡y se fueron!
Nuevamente la soledad...
Cuando ya casi no quedaba sol, decidí apurarlos con un llamado... ¡Murphy, presente!... se me había agotado el crédito telefónico.
Mientras me hacía planteos, caminando alrededor de la Clementina, sobre el karma y todas las cosas erróneas que había hecho en mi vida... de pronto... de la nada... un tipo estaba parado a mi lado...
Un frío helado me recorrió la espalda...
“Buenas... estuvimos viendo que estuvo parado largo...¿tiene problemas?... ¿podemos ayudarle? ...”, me preguntó
¿Podemos?, pensé... ¿Dónde están los otros?
“¿Quiénes estuvieron viendo?”, le pregunté, mientras pensaba a mil por hora...
“Los vecinos... no es bueno pararse por acá, ¿sabe?... últimamente hay muchos robos... aparecen, hasta en autos muy lujosos, roban y se van...”, me comentó...
De manera que yo creía estar solo... habían ojos observando... pero, ¿desde donde?... no se veía una casa... ni siquiera un árbol que pudiera tapar a una persona...
A lo lejos, como a un kilómetro, se había estacionado, atravesado en la banquina, un vehículo. No se lo distinguía bien, pero esa es la manera en que se estacionan las camionetas de la policía que controlan los caminos...
“Justamente, le dije, estaba llamando a la policía por teléfono y allá, parece que están...”
Me contestó algo que nada tenía que ver: “¿Por qué voy a desconfiar de lo que dice?... si lo dice, así debe ser... confío en lo que me dice...”. Se cruzó al otro lado del carril y empezó a caminar...
Cerré la Clementina bien... y empecé a caminar en dirección al vehículo estacionado...
A medida que me acercaba, me dí cuenta que, efectivamente, era una camioneta de la PNP.
Llegué. Les expliqué. Me hicieron subir y se vinieron a estacionar a 50 metros de la Clementina.
Seguí esperando. Al rato, cuando ya anochecía, apareció otra camioneta de auxilio, con dos hombres.
Estos sí venían preparados. Con una llave cruz para camiones y tubos para alargar los brazos de la llave.
Cambiaron la rueda y seguí a Ica, unos 70 km. La grúa prometida, nunca apareció.
Llegué a Ica a las 8 de la noche.
Paré en una estación de servicio y recargué el teléfono.
Le llamé al Ing. Luis Alberto Suárez Farfán, cuya esposa es lambayecana y amiga de Juan Fiestas. Juan me había dado su número.
Al rato, apareció por allí. Tomamos algo, en el minimarket del servicentro y partimos hacia el cuartel de la PNP.
Pedí permiso. Me estacioné y me estoy relajando de una tarde con bastante stress.
 
Viernes 19 de marzo
 
Temprano en pié. Baño. Desayuno y a esperar a Lucho.
Llegó a las 8 y media y me guió a comprar una cubierta para Clementina.
No me anduve con chiquitas y elegí una Wrangler de Good Year, lo que me ocasionó un agudo dolor en el bolsillo derecho del pantalón. Todavía me dura el dolor... pero Clementina se lo merecía... y mi seguridad también.
Fui a la casa de Lucho a recargar los tanques y partí.
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