IBARRA

El viaje a Ibarra fue otro dolor de amígdalas... muchas cuestas y una parada porque la temperatura subía peligrosamente.
Le quité la máscara para que entrara más aire.
Llegue, con dificultades a Ibarra, como a las 5 de la tarde, porque, en el camino, me detuve media hora en Cayambe.
Momento importante... Clementina estaba atravesando la Mitad del Mundo.

 
Allí está la verdadera Mitad del Mundo.

La de Quito, está probado, se encuentra 280 metros desviada de la línea del Ecuador.
Esta, la de Cayambe, fue calculada por indígenas pre-incaicos, basado en la salida del Sol en los solsticios de Invierno y Verano.
Lo interesante es que está certificada por el Instituto Geográfico Militar de Ecuador y, por otro lado, ratificada por estudios satelitales.


Certificación del Instituto Geográfico Militar


Momento emocionante... Clementina atravesarndo la Mitad del Mundo.


Obviamente, clavé en la tierra la cuchilla de mi camada, y a seguír...

Iván Ponce me vino a buscar a la entrada de la ciudad de Ibarra. Joven, vital, de pocas palabras, pero muy agradable.
Insistió en que me alojara en su casa. Realmente, aceptar, fue una buena decision.
Fuimos a su negocio, “Onzi Lounge”, una discoteca de primer nivel, con capacidad para 300 personas. Decoración de lujo, espaciosa, al mejor estilo europeo.
Luego fuimos al Diario “La Hora”, donde su editor Marco Cadena, hizo hacer una nota que prometió enviar a la edición nacional.
Marco es amigo de Iván. Muy, muy joven, ya ha arribado al techo de su carrera periodística, al menos en Ibarra: ediuta el diario más importante.



Marco Cadena e Iván Ponce. Un par, sin par.

Desde allí, a dejar a Clementina en casa de sus padres y a alojarme en su casa.
Me quedé en su casa con su pequeño hijo Matías, de 6 años, hasta las 11 de la noche en que llegó su esposa, Lorena, con su hija, Sharon, de 12 años.
Compartí el cuarto con Matías, que es un diablillo muy inteligente y desinhibido.  


Matias estudiando

Matías e Ivan, en la Yamaha 400

Sábado 12
 
Hoy, desayunamos con unas exquisitas tortillas que hizo Lorena con una harina venezolana de maíz blanco, que le habían regalado.
Partimos a la casa de Don Miguel y Doña Hilda, los padres de Iván, donde había pernoctado Clementina.
Allí conocí a Raúl, con quien cambiamos el electro dañado por otro que tenía él.


Clementina en terapia. Cambio de electroventilador.

Quedó muy bien.
Al mediodía, Iván me llevo al Arcángel, un mirador desde donde se aprecia el valle en toda su magnitud.
Tiene una vista de 360 grados, con vista a las montañas, a la ciudad y al lago Yahuarcocha (Lago de Sangre).
La vista es tan excepcional que emociona el estar allí. Tuve una extraña sensación de egoísmo y soledad. Hubiera querido compartir el momento con mis hijos, con mis hermanas, con mis amigos... debo reconocer que me quebré...
Volvimos a almorzar con la familia Ponce. Un almuerzo que me hizo mucho bien.


Almuerzo con los Ponce ¡Memorable momento!

Los Ponce son un grupo familiar de esos que ya no se hallan con facilidad. Muy unidos. Siempre alegres. Disfrutan de cada momento, de cada comentario... Viven su familia... y la viven bien...
En la tarde, fuimos con Iván y Marco Cadena, a dar un paseo.
Me llevaron a San Antonio, una ciudad pequeña, donde TODOS sus habitantes se dedican a la talla de madera y a la escultura. Es difícil imaginar un pueblo solamente
dedicado a las tallas y esculturas, pero así es.



Esculturas y tallas por doquier. Un festival para los sentidos

Ibarra, a más de sus bellezas geográficas, tiene algunas particularidades.
Hay varios pueblos satélites dedicados, cada una con una actividad diferente y exclusiva.
Cotacachi, se dedica exclusivamente a los cueros. Bellezas. De buen gusto y baratísimos.
San Antonio, como dije, tallas de madera.
Atuntaqui, es la pura industria textil. Confeccionan y exportan.
Otavalo, es una ciudad indígena, dedicada en pleno a los tejidos de telar. Tiene un lago, en plena montaña, que deja chiquito, muy chiquito, al de Portillo, en Chile.
Este valle de Ibarra, a pocos kilómetros de Colombia, es una caja de Pandora.
Desafortunadamente, no está explotado suficientemente en lo turístico, pues es un lugar para conocer.
¿Dije desafortunadamente? Me equivoqué! Afortunadamente, aún no ha sido descubierto, invadido, modificado, contaminado y destruido por los turistas.
Luego, me llevaron a un lugar en las afueras de San Antonio, donde Marco tiene su vieja propiedad familiar.


La casa de Marco. Una sorpresa en un enclave suburbano.

Otra sorpresa. Un predio de 5 ha, con una verdadera mansión de 18 habitaciones, que está en vías de restauración. Más aún, tiene en construcción
otra casa, al frente, con unas 6 u 8 habitaciones más. Sin ruidos, mucho verde, todo naturaleza y paz.
Marco tiene pensado hacer un desarrollo de descanso y alta gastronomía, para turismo internacional. Parece una excelente idea. Al menos la infraestructura y el entorno son ampliamente satisfactorios.
 
 Desde allí fuimos a una suerte de monasterio indígena, desarrollado por Mons. Leonidas Proaño. 
Este sacerdote, fallecido hace 25 años, creó una pequeña orden de monjas indígenas.
Con mucho trabajo y esfuerzo, levantó un monasterio, donde aún están sus monjitas, quienes dan apoyo espiritual y social a los indígenas de la zona.









Este es el sepulcro de Mons. Leónidas Proaño.

Se habla el quichua.
Cuando llegamos, pensé que estaba abandonado, aún cuando todo resplandecía de orden e higiene.
Entramos, lo recorrimos totalmente, incluido un templo donde reposan los restos de Mons. Proaño. Entramos a cuanto lugar deseábamos, sin que apareciera nadie.
Le consulté a Marco en qué momento venían las monjas.
“Las monjas están acá. Recluidas en sus cuartos. No se las ve, pero ellas nos ven a
nosotros. Salen en las mañanas, cuando vienen los colegios a
visitarles, o en los
momentos en que se reúnen los fieles indígenas”.

Como postre a tantas experiencias, fuimos a tomar un café a una confitería frente a la plaza de Ibarra. Un edificio impecable y elegante que, sin duda, tiene más de 100 años. Una reliquia.
 
Domingo 14
En la mañana, Lorena me invitó a que les acompañara a su reunión dominical en la Iglesia Cristiana (Comunidad de Fe) que ellos frecuentan.
Acepté y fuimos.
Mi única experiencia con las iglesias cristianas, no católicas, eran los programas que solía ver por televisión.


Iglesia Comunidad de Fe.  Interesante experiencia.

Vivir una reunión en vivo, es diferente.
El pastor, un hombre joven, dio un convincente sermón sobre los valores de la familia.
Fueron 2 horas de cantos, bailes y sermones.

Una experiencia interesante, aunque, para mi gusto el pastor hizo mucho hincapié en los diezmos y el apoyo económico para la construcción de una nueva iglesia.
Al salir fuimos a una casa en la campiña, que pertenece a Francisco, cuñado de Iván.


Iván en la "previa" al asadito...

La sorpresa fue que habían preparado una parrillada al mejor estilo argentino.
De hecho, tenía algunas diferencias con nuestros “asaditos”, pero no eran sustanciales.

"Asadito ecuatoriano". Un festival inesperado...

No faltaron el chimichurri y el vino (chileno, pero
vino, al fin).
Pasamos un día de campo maravilloso. Me hicieron sentir como en casa.
Lunes 15:
Hoy es lunes de carnaval. En Ecuador, lunes y martes de carnaval es feriado total. Todo cerrado.
Desayunamos y nos fuimos a una feria textil en Atuntaqui, como a unos 20 minutos de Ibarra.
Pasamos unas 5 horas, incluido el almuerzo que, obviamente, fue una fritada con cerveza.
Regresamos a la casa paterna de Iván. Donde tomamos café, humitas y un bizcochuelo
exquisito que elabora Doña Hilda, con harina de soja.

Aproveché y fui con Iván a un lugar descampado para desagotar a Clementina.
Me preocupan la cantidad de días que llevo sin hacer nada. Nada con respecto al objetivo de mi viaje. Todas las actividades han sido para mi descanso y 
 disfrute personal.
Iván me dijo que, de fallar unas gestiones que haremos con el Diario La Hora, en pos de un auspicio, iríamos a Quito a ver al Gerente General de Renault, que es su amigo.
 
Martes 16
 
Otro día de inactividad.
Desde la mañana hasta el mediodía en casa. Escribiendo. Contestando mails.
Ordenando ideas.
Otro día de inactividad.
La verdad es que estoy preocupado. No encuentro la salida., todavía.
Clementina, sin fuerzas. Por delante, la última ciudad ecuatoriana, Tulcán. Pero está a 3.000 ms y, para llegar, hay algunas cuestas más altas, todavía, y en pocos kilómetros.
Esa “pared” es un obstáculo insalvable, a la luz de las circunstancias actuales.
Tampoco puedo retroceder. Si bien Quito está a 2.800 ms, para cruzar la cordillera hay otras “paredes” similares a la de Tulcán.
Aparentemente, sólo tengo dos alternativas: reparar a Clementina o cambiar de vehículo.
Veamos, reparar el motor no es imposible, pero es una empresa de titanes y significaría pasarme otros 15 o 20 días en Ibarra. En Ecuador, Renault es una marca de segunda y el único auto que se vende es el Logan. No hay repuestos, no hay técnicos.
Cambiar el vehículo no es una tarea menor.
Casi no hay utilitarios, de manera que tendría que seguir en un vehículo standard... con más riesgos... pensar en alojamiento obligado.
Si bien, Clementina, como transporte, no me ha dado muchas satisfacciones, como “hotel de emergencia”, es excelente. Si multiplican las 40 o 50 noches que pernocté en ella, por la módica suma de 80 o 90 dólares, verán que me ha ahorrado unos 4.000 dólares.
Claro que es una suma largamente superada entre gasolina, repuestos, combustible, reparaciones, lubricantes, etc.
La pérdida de potencia de un cilindro, bien puede deberse a una válvula quemada, pues no consume aceite, ni gasea.
Pero, además de correr el riesgo de que quien la repare, experimente con ella, las válvulas tendría que conseguirlas en Colombia o Argentina.
La otra alternativa es cambiar a otro vehículo.
Tampoco es fácil. Los patrocinadores no se agolpan en la puerta, pidiendo por favor un espacio. Y, por estos lares, cualquier auto apto para aguantar lo que se viene, no baja de los 30.000 dólares.
Y, en este caso, tendría que mandar a Clementina en camión a Guayaquil, en barco a Valparaíso y, nuevamente, en camión a Mendoza.
Verán que estoy en un laberinto sin salida.
Y todos sabemos que, cuando el laberinto es así, la única salida es por arriba.
Veré por que lado salto.
Hoy almorzamos en la casa de Iván. Lorena hizo unos exquisitos tacos. Vinieron los padres de Iván, su hermana y cuñado, Nora (una argentina ecuatorizada hace 25 años) y sus hijos.
Comida, cuentos, música, risas...
Pasamos un día que, al menos, me hizo olvidar mi preocupante realidad.
Un Minuto de reflexión para la familia Ponce: Don Miguel, serio, recto, gentil, ordenado.
Doña Hilda, muy amable, bonachona, activa, hacendosa, 
 madraza. Ivan: un tipo increíble
que las vivió todas en sus cuatro décadas
años de vida. Corredor de autos, de motos,
equitación, volovelismo,
muy deportista (siempre deportes de riesgo). Inteligente, parco, puro corazón. Lorena, buena madre, recta, agradable, su seriedad no le permite ocultar una gran dulzura. Los chicos, inteligentes, agradables, bien educados.

Un grupo familiar que me integró y me hizo sentir uno más de los Ponce, durante estos 4 días de Carnaval

Miércoles 17 de febrero
 
Temprano en pie. Baño. Desayuno. Y a la calle.
Fuimos a ver al Secretario de Turismo, Juan Manuel Mantilla, con quien teníamos una entrevista pactada.
Es un joven, muy joven funcionario, con muchas inquietudes.
Le aporté algunos comentarios sobre su área, a modo de aporte.
Prometió incluir el link a la página en la página oficial del gobierno de Ibarra. Tan pronto lo haga, le retribuiré con un link aquí.
Hicieron una filmación para levantarla a Internet, pero con tantas dificultades técnicas que, si no la levantan, todos estaremos un poco más felices.
De allí fuimos al diario “La Hora”.
Nos recibió Marco Cadena y tuvimos una muy buena reunión con él y con el director del diario, Jorge Ponce.
Jorge es un arquitecto de unos 45 años, gentil, reposado y pleno de ideas positivas.
Mostró un gran entusiasmo por los objetivos de la travesía y ofreció darme todo el apoyo necesario.
¿Que significa “darme todo el apoyo”? Intercambiar publicidad nacional en “La Hora” por algún vehículo que me permitiera continuar el viaje.
Con esta carta en la manga, recorrimos los agentes oficiales de no menos de 6 marcas diferentes. Aunque parezca mentira, no encontramos un solo auto utilitario que nos permita reemplazar a Clementina.
En una agencia de usados, encontramos un Chevrolet Trooper 4 x 4, aparentemente en buen estado. Pese a ser 2001, solo tenía recorridos 110.000 km. El precio de us$ 16.000 parecía adecuado.
Quedamos en hacerle un chequeo al día siguiente.
 
Jueves 18 de febrero
 
Buscamos el Trooper y lo llevamos a la Chevrolet.
Los resultados del chequeo: 101 puntos testeados. En general, bien. Pero requería “detalles” por unos 2.000 dólares.
De cualquier manera, no llegamos a un acuerdo con el dueño de la agencia.
Seguimos buscando, sin encontrar.
Un día absolutamente perdido.
 
Viernes 19 de febrero
 
En la mañana fuimos a la Universidad Técnica del Norte.
Hablamos con las autoridades y pactamos una charla para los estudiantes de Ingeniería Agropecuaria y del Medio Ambiente, paralas 4 de la tarde.
Allí mismo me hicieron una nota para un canal de aire de TV (UTV).
En la tarde, a las 3, fui a otro canal (TVN) donde me hicieron otra nota y, desde allí, a la Universidad.
El Decano me recibió con mucha amabilidad. Me acompañaron hasta un suntuoso salón de actos. Vino una ingeniera a testear los equipos de proyección y audio.
A las 4, empezaron a aparecer unos 5 o 6 profesores, con quienes me puse a dialogar. Uno de ellos, filósofo, conocía Mendoza y guardaba los mejores recuerdos de ella.
Así, habrán pasado unos 20 o 30 minutos, cuando aparece el Decano y, rojo de vergüenza, me dice: “Doctor, no va a creerlo... la Doctora ¿? era la encargada de convocar a los alumnos y se olvidó... ¿podemos posponer la conferencia?”.
Me reí y decliné la invitación hasta mi retorno.
Si no fuera por las entrevistas televisivas, hubiera sido otro día perdido.
 
Sábado 20 de febrero
 
En la mañana, temprano, llevé a Lorena a su iglesia, pues partía au retiro de 2 días.
Durante todo el día, salvo llevar la ropa al lavadero y escribir, no hice otra cosa.
En la tarde me llamó Francis Dikmans y, cuando le conté de mis peripecias, me recomendó hablar con Kléber Vaca, de MAVESA, a quien era probable que le interesara el canje por la publicidad de La Hora. Lo intentaré a través de Pancho, que es su amigo.
 
 
Domingo 21 de febrero
 
Al mediodía, almorzamos en la casa de los padres de Iván.
Luego descansamos y a la noche fuimos a buscar a Lorena, a su regreso del retiro.
La ceremonia de llegada fue emotiva, especialmente por el testimonio de las participantes (todas mujeres), a quienes, se notaba, les había hecho muy bien.
Quedamos con Iván de viajar a Quito, al día siguiente, en búsqueda de una solución.
 
Lunes 22 de febrero
 
En la mañana, fui a buscar a Clementina, que duerme en el estacionamiento de un hospital, frente a la casa de Iván. Controlé todo y partimos a Quito.
El viaje fue razonablemente bueno. Clementina no se puede las cuestas. De todas maneras, llegamos a Quito como a las 10 de la mañana.
Tan pronto entramos en Quito, Clementina empezó a fallar.
Con gran esfuerzo, logramos llegar hasta el centro. Era, nuevamente, la bomba de combustible.
La dejamos cerrada y nos movilizamos en taxi.
Ni en la Toyota, ni en la Renault (donde Iván tiene amigos), tuvimos suerte.
Almorzamos con Santiago Mora, a quien me dio gusto verle nuevamente.
Compré una bomba nueva y la cambié.
Debo confesar que hacer de mecánico, en pleno centro de Quito, no es una tarea gratificante. Pero, finalmente, solucioné el problema.
Volvimos a la Renault. El gerente, Nosecuanto de los Reyes, nos pidió que fuéramos al día siguiente a hablar con la Gerente Nacional de Marketing, Lorena Cornejo.
Volvimos a Ibarra. Llegamos tarde. Cenamos cerca de Onzi Lounge, el negocio de Iván, y nos fuimos a descansar
 
Martes 23 de Febrero
 
Partimos temprano a Quito.
Esta vez, en ómnibus. Teníamos la entrevista a las 10:30. Fuimos puntuales.
La señora que debía atendernos, brillaba por su ausencia.
Nos atendió el Jefe de Redes, Xavier Nosecuanto.
Se mostró muy interesado y estimó que era muy viable.
Nos pidió que le llamáramos esa tarde a Lorena o, en su defecto, a él.
Fue nuestro último contacto con Renault. Nunca más atendieron nuestras llamadas.
Paralelamente, había hablado con Pancho Narváez, quien me prometió ocuparse de contactar a Kléber y a un contacto que tenía con General Motors.
Tanto tiempo parado, me tiene angustiado.
No encuentro una salida.
 
Miércoles 24 de febrero
 
En la mañana, nada. Absolutamente, nada. Excepto incrementar mi angustia..
Al mediodía, fuimos a almorzar a la casa de Doña Hilda.
Después de almorzar, le metimos mano a Clementina, con Raúl, el hermano de Iván.
Controlamos la compresión nuevamente y ¡Oh, sorpresa!, estaba perfecta en TODOS los cilindros. 160, parejito.
De manera que el “chambón” que la midió en Quito, o se equivocó o me engrupió.
La conclusión fue que, si el motor estaba ok, Clementina no se podía las subidas porque la relación peso/potencia no era adecuada.
Así, entonces, el sentido común indicaba que, hiciéramos lo que hiciéramos, Clementina nunca treparía la “pared” a Tulcán.
Lavamos y ajustamos el carburador. Raúl le modificó el punto y la apertura de los platinos. Mejoró mucho, pero no lo necesario.
Es el día más negro de la travesía.
Tengo que tomar una decisión y debe ser ahora.
Mañana partiré a Quito y, de allí, a Guayaquil.
Estoy retrocediendo y eso no es bueno... se desmorona el castillo de naipes.
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