CALERA - QUILLOTA
Viernes, 2 de abril
 
Dormí como 4 horas, hasta las 3 y media de la mañana, en que seguimos viaje.
Desafortunadamente, el vidrio del acompañante, se le había trabado, bajado, por lo que viajamos con el abierto.
Me puse un polar y una campera, para mitigar el frío. Obviamente, era insuficiente. Ya tengo idea lo que será viajar por Alaska, cuando reinicie la travesía.
Llegamos a Calera a las 8 de la mañana.
Estaba supuesto que en la derivación a Quillota habría una rampa para bajar a Clementina.
¿Rampa?... las tumbas etruscas... ¡rampa!
La derivación estaba bloqueada por reparaciones y la rampa había sido tirada abajo.
Empezamos a preguntar por alguna otra rampa... ¡nada!
Estuvimos una hora buscando algún lugar para descargar... ¡nada!
En un momento dado, José pegó una frenada brusca y un gran ruido se escuchó en la caja. ¡Sonamos!, pensé, la Clementina se corrió.
Le llamé a Germán Fierro, un mecánico amigo de Juan Carlos Díaz , el presidente del RC Quillota, cuyo teléfono me lo había enviado por mail y, supuestamente, esperaría mi llamado.
Tampoco Fierro nos dio solución alguna. En realidad, él no es mecánico. Es el dueño de un taller mecánico, pero se dedica a soldaduras.
Luego de mucho buscar, encontramos, a la salida de Calera, una hondonada donde poder intentarlo. Conseguí unas chapas y unas maderas, en una casa cercana. Improvisamos una planchada y allí salió Clementina.
Efectivamente, se había corrido y golpeado contra una mesa que había delante de ella. Consecuencia, la óptica izquierda rota.
Le pagué a José y, con gran alegría, lo vi partir de mi vida.
Allí quedé, con la Clementina parada hasta el mediodía en que vino Fierro a remolcarme.
Juan Carlos “Bigheart” Díaz, se había venido desde Quillota a dar apoyo.
Llegamos al taller de Germán y allí me quedé hasta la tarde, en que vendría su cuñado para que viéramos el vehículo.
Con su cuñado Mauricio, revisamos el distribuidor y comprobamos que la abrazadera no apretaba lo suficiente.
Luego de ajustarla y cambiarle un perno, logramos poner en marcha a Clementina. Hablo en primera persona del plural, porque todas las tareas que significaban meterse bajo Clementina o ensuciarse, Mauricio me las cedía gentilmente.
Germán me cobró 70 dólares por “el favor” y, con gran alegría, partí de su vida. No solamente, de su vida, sino también, de subida. Me fui en dirección a la casa de Juan Carlos.
En el camino, Clementina calentó una barbaridad. Llegué a su casa, con lo justo.
Estaban Benedicte, su esposa, y sus 3 niñas: Elvira, Catalina y Josefina.
Me insistieron en que me quedara en su casa hasta solucionar el problema de Clementina.
Me ofrecieron un departamentito anexo e independiente.
Difícil negarse. Allí me establecí.
 
Sábado, 3 de abril
 
Después de desayunar, nos fuimos con Juan Carlos a buscar algún mecánico. De hecho, hoy es sábado santo. Misión imposible.
Aprovechamos para ir a hacer unas compras al supermercado y allí nos encontramos con Julio Sepúlveda, el Gobernador Electo 2010-11, del Distrito rotario.
Volvimos. Al mediodía, desarmamos con José, el jardinero de Juan Carlos, todo el sistema de agua. La bomba funciona perfectamente. La causa del calentamiento es, con claridad, la junta de la tapa de cilindros (empaquetadura de la culata, le llaman aquí).
En la tarde, fui hasta el taller de un señor Sandoval, pero volvió a calentar y decidí pararla definitivamente.
 
Domingo, 4 de abril
 
Estuve toda la mañana trabajando en la compu.
Al mediodía vinieron a almorzar dos amigos de los Díaz: Robert Sharman (inglés) y Gonzalo Pizarro.
Con sus hijas y Bene, comimos todos unos exquisitos tacos mejicanos en el desayunador que tienen en el jardín.
Fue un muy atractivo almuerzo, con un buen intercambio de ideas.
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