Seguí como pude hasta un pueblito llamado Huara, a unos 70 km de Iquique.Ya estaba anocheciendo. Busqué a los carabineros y me estacioné junto a ellos.
Me estoy relajando, después de un día agotador. “Descorché” una Coca Cola, me preparé un par de sanguches y me dispongo a festejar mis 67 pirulos.
Obviamente, recibí llamados y saludos de mis hijos, del resto de mi familia, de mis compañeros del Liceo y de muchos amigos.
No faltaron a la cita mis amigos lambayecanos (Pachin, William, Tomasito, Elenita Morales, Juan Fiestas, Trico, Carlitos Castrillón), ni Pancho Narváez, ni Iván Ponce, ni el Rudy, ni el Gato, ni el Piojo, ni Pato Soto, ni Abraham Mora, ni Roberto Laredo, ni Eduardo, ni el Vieja, ni... ni... ni...
Seguro me estoy olvidando a varios y hay otros varios que me están olvidando a mí... Sorprendente la condición humana... hubieron quienes me acompañaban, mientras “subía” y me “largaron la mano”, tan pronto emprendí el retorno...
Hay otros que estuvieron a la “ida” y están, más fuerte aún, a la “vuelta”...
Hay algunos (afortunadamente, los menos) que demostraban interés por saber DONDE estaba y otros, la mayoría, que sólo les importaba saber COMO estaba.
Si algo debo agradecer a esta travesía es que me ha ayudado a conocer algunas pobrezas y mezquindades, pero que han sido largamente superadas, yo diría “aplastadas”, por otras generosidades y solidaridades.
Debo aclarar que, en el balance de sumas y saldos, están los que deben estar y, salvo un par de excepciones, no extraño mucho a los que hoy me muestran la nuca.
Bueno, terminemos con los sentimentalismos del onomástico.
Viernes, 26 de marzo
En la mañana, inicié el peregrinaje hacia Iquique.
No tenía suficiente combustible, ni tampoco dinero para pagarlo.
El lugar que me indicaron fue Pozo Almonte a 20 kilómetros.
Tomé el camino equivocado y terminé en un Regimiento del Ejército. De allí, por tierra, al destino.
En Pozo Almonte, saqué dinero de un cajero, compré unos víveres y cargué combustible. |