LAMBAYEQUE (retrocediendo)
Viernes 5 de marzo
 
Partí muy temprano de Tumbes con destino a Piura.
En el camino tuve una experiencia dura.
En una zona muy desolada. Diría yo que, extremadamente desolada, conducía muy lentamente (70 km/hora), ensimismado en mis depresivos pensamientos.
Un camión blanco, no muy grande, me pasó, e inmediatamente atrás apareció un viejo auto, grande, verde. Un modelo americano antiguo, de los años 80, basta descuidado.
Continuó detrás de mí por un par de kilómetros. Bien pegadito, pero no me pasaba.
En un momento dado se me puso a la par de la ventanilla.
Iban 3 individuos. Los dos de mi costado empezaron a hacerme señas que me estacionara.
Eran muy insistentes y me señalaban la parte de atrás de Clementina.
Hasta aquí llegué, pensé con el corazón a mil
Sabía que a Clementina no le pasaba nada. No había otra razón para detenerme que un asalto.
No les hice caso y continué por mi carril, un poco más rápido.
Aceleraron y me fueron cerrando el paso hasta tirarme a la banquina.
Cuando no me quedó otra alternativa, frené bruscamente, para que se fueran más adelante.
Así fue. Se estacionaron unos 30 metros más adelante y se bajaron del auto.
Tan pronto lo hicieron, puse primera y arranqué rápidamente. La puse a Clementina al máximo de su velocidad (que, por supuesto, apenas supera los 120 km).
Ellos se subieron al auto y empezaron a perseguirme.
Empecé a zizaguear para no dejarlos pasar.
Así estuvimos varios kilómetros. Intentaban por izquierda y derecha, pero los encerraba y parece que a ellos tampoco les sobraba motor.
No tenía señal en el teléfono y, además, ni siquiera sabía el número de emergencias.
Mi cabeza andaba a mil.
Pensé que, mientras no los dejara pasarme, no tenían manera de detenerme.
Y así fue.
Al rato de esa pelea po no dejarme superar, apareció, a lo lejos, el camioncito que me había pasado antes que aparecieran estos “amigos”.
Lo alcancé. Me puse a la par y le toque abundante bocina.
El camionero debe haberse dado cuenta de todo, pues dejó que lo pasara y me hizo señas con las luces.
Me puse delante de él y no me despegué.
Durante un trecho, seguimos en ese orden.
Clementina, el camión y los “chorros”.
Me costaba “relojearlos”, porque el camión no me dejaba verlos, pero estaba dispuesto, si pretendían superar al camión, a volver a encerrarlos para que no pasaran.
Pasó un rato y, evidentemente, abandonaron el intento, pues, en un momento dado, ya no los vi mas.
Probablemente porque el tráfico se hizo un poco más animado y nos cruzamos con otros vehículos.
Más tranquilo, aceleré y me “despegué” del camioncito salvador.
Eso es lo que tienen las rutas del norte de Perú... son cualquier cosa, menos aburridas. Siempre aparece algo que te entretiene.
Llegué a Piura y, con el antecedente que acababa de vivir, decidí no parar.
Seguí hasta Lambayeque, preocupado porque Clementina había empezado a hacer un ruido extraño, cada vez que aceleraba o desaceleraba. Se me ocurrió que era una pata del motor o algún soporte de la caja.
Acá tenía amigos. Ya solucionaría el problema.
Busqué el Restaurante Pacífico (se acuerdan, el del arroz de 3 sabores, camarones, cangrejo y conchas negras) y allí me metí.
Pedí el plato, precedido de la “leche de tigre” y, en 5 minutos, estaba llegando Trico.
Juntos le llamamos a Juan Fiestas, que demoró otros 5, en llegar.
¡Ya estábamos los 3 juntos de nuevo!
Trico tiene un compadre mecánico.
Hacia allá fuimos. Efectivamente, un buje de goma de soporte de caja había llegado a su fin.
Fue producto de un lomo de burro en Ecuador, me acuerdo bien.
Dicho sea de paso, a nuestros “lomos de burro”, los chilenos le llaman “lomos de toro”, los peruanos “rompemuelles” y los ecuatorianos “policías acostados”.
Otros aspectos de léxicos comparados: nosotros decimos “siga derecho”, los chilenos “siga recto”, los peruanos “siga de frente” y los ecuatorianos “siga largo”.
A otra cosa...
Juan Luna, tal el nombre del mecánico, me dijo que sacaría el buje al día siguiente.
Me aterrorizaba la idea de encontrar el repuesto adecuado. Juan me dijo que no me preocupara.
Volvimos al Hostal y me alojé.
 
Sábado, 6 de marzo
 
Temprano, desayunamos con Juan, en los jardines.
Llevamos a Clementina a lo de Juan Luna
No había pasado mucho tiempo, cuando aparecieron Trico, Carlitos Castrillón, Miguel “Miguelón” Stella(presidente del RC Chiclayo Norte), Quique Adrianzen y su hermano Manuel, también rotarios del mismo club.
Tenían reunión de presidentes y habían decidido hacerla en el Mamita Helmita, para compartirla conmigo. ¡Tremendo honor!
Estuvimos reunidos hasta las 2 y media de la tarde, haciendo la planificación de una reunión de amistad ecuatoriana-peruana, con riña de gallos, en un coliseo ad hoc. Por estos lares las riñas de gallos no sólo están permitidas, sino que son una gran atracción popular.
Para redondear, Juan había recibido una invitación a los festejos del 10mo. Aniversario de un Restaurante amigo, “Los Algarrobos”.
Allá fuimos, junto a Icha, su esposa.
Un almuerzo agradable, amenizado por una orquesta y adonde habían concurrido los clientes, proveedores y amigos. Con una particularidad, la invitación era a la comida, las bebidas, te las cobraban. Parece que, por acá, eso es normal.
Al terminar, fuimos a buscar a Clementina.
Juan había hecho vulcanizar la pieza, en Chiclayo.
Quedó espectacular.
Cosas de Lambayeque: cuando fui a pagar, no me quiso cobrar. Dijo que era una gentileza, porque era visitante.
Inevitablemente, comparé esto con algunos de nuestros mecánicos que, cuando ven un turista, le cobran el doble.
Volvimos al Hostal. Ya era casi de noche.
Me puse a trabajar en la computadora, desgraciadamente sin protección contra los mosquitos.
¡Y llegaron!...
Maté al primero... antes de morir, alcanzó a decir “Volveré y seré millones...”
Y cumplió el chiquitín...
Al principio me picaban las partes de piel desnuda: los brazos, los tobillos, el cuello...
Después me picaban a través de la ropa: la espalda, las rodillas, los hombros...
Creo que eran capaces de picar, no sólo a través de la ropa, sino a través de las paredes, también.
En el anterior relato sobre el Eco-hostal Mamita Helmita dije que era tal la calma que el vuelo de los mosquitos parecían Stukas de la Luftwaffe...
Ahora, puedo asegurarlo... ¡SON STUKAS DE LA LUFTWAFFE!
 
Domingo 7 de marzo
 
Temprano, desayunamos con toda la familia FIESTAS-MONCAYO.
Juan e Icha celebraban sus 18 años de casados.
Estaban sus hijos, Chelo, la hermana de Juan, su tía Maja, sus sobrinos, todos... una reunión muy linda.
De la Tía Maja (Maruja), debo decir que es una persona muy amante de los animales... y éstos lo saben... No sólo la siguen los perros, también la siguen los pájaros... Parecerá mentira, pero vaya donde vaya, por los jardines del hostal, los pájaros vuelan tras ella...
Más aún... en la cocina, tiene dos vasitos plásticos, con 3 alacranes, a los que cuida y alimenta... Cada insecto muerto que encuentra, se transforma en alimento de los alacranes...
“A éste lo tengo hace 4 meses”, dice, con orgullo, mientras señala a su “preferido”.
Al mediodía, dejé que la familia Fiestas se reuniera en intimidad y me fui a almorzar al centro.
Obviamente, opté por “Los Algarrobos”, como agradecimiento por la invitación de ayer.
Comí muy bien (una paella) y los dueños me atendieron con especial deferencia.
Busqué una florería para tener alguna gentileza con Icha. Imposible, un domingo a las 5 de la tarde, en Lambayeque. Me recomendaron un puesto de flores dentro del Mercado.
Allá fui.
A medida que entraba más profundamente en ese popular mercado, donde todos me miraban como “sapo ‘e otro pozo”, tenía la exacta sensación que estaba buscando las flores, no para Icha, sino para mi muy cercano velorio.
Nada que ver. Entré, compré un buen arreglo floral y salí sin que nadie me molestara. Gente sencilla y amable. Es como dice nuestra “querida” Presidente... la inseguridad es una sensación... La inseguridad no existe (excepto en las rutas entre Tumbes y Piura).
 
Lunes 8 de marzo
 
Temprano pusimos proa a Chiclayo.
Allí nos esperaba Trico para hacer un trámite bancario.
En el banco conocí a Nelson “Pachín” Guerrero. Joven, de gestos pulidos y muy amable.
Allanó muchísimo el camino.
Al mediodía, nos reunimos con Carlitos Castrillón y fuimos a comer al restaurante de Quique, a quien había conocido el sábado, en la reunión de presidentes de Rotary.
Mientras comíamos, Quique se puso en contacto con un canal de TV y, antes que concluyéramos, ya teníamos a una periodista y un cámara, haciendo una nota.
Tuvimos una reunión muy amena y luego nos volvimos a Lambayeque, pues en la noche estábamos invitados a una reunión en un Centro de Estudios, donde debía exponer, sobre la travesía. La hora de esa reunión coincidía con la de otra charla que debía dar en el Rotary Club Chiclayo Norte.
A las 9:15 partimos a Chiclayo. Di mi disertación contra reloj, en una reunión muy linda en el elegante Club de la Unión. Me esperaban con los motores en marcha y partimos al Centro de Estudios de Lambayeque, donde repetí la charla, ahora con mayor tranquilidad.
 
Martes, 9 de marzo
 
Pasé la mañana en el Hostal.
A mediodía fuimos a comprar espirales al centro.
Yo estaba deteriorado por los mosquitos. Había hecho una gran reacción alérgica.
En la noche, fuimos a disertar en un taller donde nos invitaron Miguelón y Elmer Calderón. Luego de la charla, fuimos a comer a un restaurante, “Vinos y Parrilla”. Lo de la parrillada se cumplió, pero el vino fue reemplazado por 3 botellas de Johnnie Walker, etiqueta negra. Cosa de los amigos peruanos. ¡Asado con Whisky!
 
Miércoles, 10 de marzo
 
En la mañana fuimos a buscar a William y fuimos a Chiclayo, a tratar de concluir los trámites bancarios.
Almorzamos en lo de Quique, con ambos.
Luego William se volvió y nosotros, de Nuevo, al banco.
Desafortunadamente, nos citaron para mañana.
Ya de vuelta, fuimos a una reunión que se hizo en la noche, con las mujeres del mismo Centro de Estudios de Lambayeque.
Me agasajaron, muy especialmente.
Cenamos allí mismo.
 
Jueves, 11 de marzo
 
De nuevo, en la mañana, buscamos a William y fuimos a comer al Pacífico.
Luego, con Juan, a Chiclayo. El tenía una reunión y yo, lo del Banco.
Cuando nos separamos, me junté con Elmer y nos fuimos a charlar a su oficina y a tomar unos “conejitos”. Anís con hielo.
Elmer es una persona de excepción. Cultísimo y experimentado. Me regaló cuatro valiosos libros. Volví en un taxi colectivo a Lambayeque y me reuní con Juan, con quien fuimos al Rotary Club de Lambayeque.
Una reunión cordial. Entre otras cosas, Tomasito Tello me regaló una billetera artesanal con el logo rotario. ¡Una joyita!
Tarde, a dormir.
 
Viernes, 12 de marzo
 
Al mediodía, fuimos a almorzar a “El Cántaro” con Juan. Comí un seco de cordero.
Una cosa extraña, a las que ya me estoy acostumbrando.
No ponen pan en el almuerzo. Pero no sólo no lo ponen... no lo tienen...
Si bien es un restaurante de muy buen nivel, cuando le dije a Juan que no habían puesto pan, me dijo: “No creo que tengan...”.
Tenía razón. La mesera me dijo que no tenían pan. El salón estaba lleno y, en realidad, en ninguna mesa había pan.
También hay una notable deficiencia de postres. Sólo ofrecen algún pie o “King Kong”, que es un postre envasado, típico de la zona.
Luego llevamos a Clementina a que le arreglen la cerradura de una puerta, que estaba fallando y nos vinimos aquí.
Son las 8 y he citado a Elmer, Pachin, William, Trico, Tomasito, Carlitos y Juan, para que tomemos unas cervecitas y piquemos algo.
Estoy esperándolos.
Como a las 20:30, empezaron a llegar.
William... Pachín... Trico... Elmer Calderón!… Miguelón… y, al poco rato, Carlitos Castrillón que había “arrastrado” con el a un par de Presidentes... Carlos Gayoso y Alfonso Palacios...
Sumados a Juan y a mí... un lindo grupo de 10 personas...
Nos bajamos unas cervezas y unos pollos exquisitos...
Como ya es conocido por ustedes... los lambayecanos son especialistas en golpes bajos a la sensibilidad senil...
Una reunión emotiva... llena de fraternal cariño... a la que, como broche de oro, terminó clavándome una espada entre ambos omóplatos, el espectacular Pachín... Me regaló una botella de Pisco, envuelta en una delgada lámina de madera, firmada por todos los presentes y fechada en Lambayeque, 25 de marzo de 2010... ¡Mi próximo cumpleaños!
Durante la comida, me insistieron en que me quedara hasta el sábado en la noche, pues se incorporaba un nuevo miembro al taller de estudios de William y le harían un agasajo.
Realmente, me gustaba la idea, pero, de alguna manera, era continuar abusando de la hospitalidad de Juan Fiestas y del confort de su maravilloso Eco-hostal “Mamita Helmita”.
Me puse de acuerdo con Pachín y simulé no quedarme y partir temprano.
Casi a medianoche, nos despedimos y me fui a dormir.
 
Sábado 13 de marzo
 
Temprano en pié. Baño y preparación de Clementina. Carga de bártulos y agua en los depósitos. Desayuno con Juan.
Cuando nos despedimos, Juan me abrazó y me dijo: “Quiera el Señor que no pase mucho tiempo antes que nos veamos de nuevo...”.
“Será mucho más pronto que lo que piensas...”, le respondí, sabiendo que en unas horas estaríamos juntos, de nuevo.
Subí a la Clementina y puse primera... y ahí sí... otro golpe bajo...
Todos, absolutamente todos, con sus manos levantadas, diciéndome “chau, che” en la puerta del hostal... Icha, Chelo, Pepe, Piura, María Alejandra, Maja, Juan... ¡Todos!
Son momentos que quedan grabados en las pupilas y que sólo es necesario cerrar los ojos, para revivirlos en toda su intensidad...
Con un nudo en la garganta, puse proa a la casa de Pachín.
Ya habíamos pactado que me quedaría en un estacionamiento que tiene adyacente a su casa.
Dimos una vueltita con su pequeño Mauricio, un pibe increíble, con una inteligencia muy superior a sus 6 años cronológicos. Si los niños “índigo” existen, éste debe ser uno de ellos.
Guardamos la Clementina y nos fuimos al consultorio de William.
Luego de esperar que atendiera a un par de pacientes, los 3 nos fuimos al Museo de las Tumbas Reales.
Al entrar nos exigieron que dejáramos los teléfonos en una oficina de resguardo. Mi intolerancia (que debo corregir) me llevó, en principio a proponer que nos fuéramos.
Afortunadamente, me convencieron de lo contrario.
Me hubiera perdido una experiencia incontable.
En ese museo se pueden ver todas las características de la Tumba del Señor de Sipán, descubiertas hace unos 50 años, a unos pocos kilómetros de Lambayeque.
Son de una cultura pre-incaica. Todo está presentado con un lujo y confort dignos de una capital europea. Los tesoros, las réplicas de los detalles de las tumbas, las joyas arqueológicas que se exhiben... hasta llegar... ¡al propio cuerpo del Señor de Sipán!... es un verdadero regalo de lujo que ofrece Lambayeque... ¡Imperdible!
Desde allí fuimos a comer a “El Cántaro”, nuevamente. Excelente comida (por las dudas, no pedí pan).
Después de almorzar, mis amigos me llevaron a conocer unas playas cercanas... Pimentel...
Un lugar muy lindo... pequeño, pero muy lindo...
Volvimos y me preparé para la recepción de la noche.
Se realizó en la casa del nuevo miembro.
Una reunión de unas 30 personas. Muy buena comida, regada con vino ¡mendocino!.
Al momento de los discursos, no podía entender bien lo que sucedía.
Desde el anfitrión hasta el último de mis amigos, fueron pidiendo la palabra para hacer algún comentario con respecto a mi actividad y a mi próxima partida.
Parecía yo el agasajado y no el dueño de casa.
Todos fueron gentiles en demasía, pero cuando William habló, logró que me quebrara... Agradecí a todos -debo admitirlo, con los ojos húmedos-, y terminamos fundidos en abrazos, cuyo calor aún conservo...
Nos fuimos a descansar y confieso que me costó conciliar el sueño... demasiadas emociones en muy corto tiempo... ¡Estos lambayecanos saben cómo hacer para que nadie que conozca su tierra, deje de pensar en volver...!
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